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La Gitana

En una estación donde muy pocas personas llegaban por su ambiente lúgubre, los trenes pasaban. Las nubes anunciaban una tormenta mientras que ella esperaba sentada. Agata con la mirada perdida y llorosa pensaba en cuál sería su próximo destino.

De repente sus pensamientos se silenciaron por el sonido del tren que venía desde el sur. Al arribo del tranvía el controlador de negra y espesa barba, gritaba a viva voz;  ¡A valencia!  ¡A valencia!

Ágata, sin pensarlo, decidió subirse al tren. Las ruedas comenzaron a marchar y sus pensamientos se desvanecían junto con el humo del tren.

Llego a Valencia, un poco confundida, pero con una actitud decidida a continuar con un viaje sin destino fijo. Mientras caminaba por las calles de Valencia, la gente la veía admirando su belleza.

Era una gitana, destacaba su vestimenta extravagante y colorida, De piel trigueña como la canela, cabello largo, negro y rizado. El purpura de sus ojos resaltaba sobre aquella chica con delgados rasgos y carnosos labios rojos. Enseguida las personas se le acercaban, ella muy cordial como siempre, socializaba con todos, la gente de la ciudad, la cual acogió a la gitana de la mejor manera.

Ágata, aunque un poco angustiada por el cambio de lugar, comenzaba a familiarizarse con la cuidad y su gente. Con la constante duda de saber si su decisión de tomar el tren  fue acertada. Paulatinamente, olvidaba su pasado, recorriendo las calles de aquella lúgubre ciudad.

Admirando las viejas calles de Valencia recorrió varios metros hacia el sur en busca de un lugar donde pasar la noche. Asombrada por las empedradas y estrechas calles de la ciudad, recordó a un viejo amor que dejó atrás hace varios años en un pueblito lejano.

El sonido de las campanadas hizo que Ágata, despertada de aquel recuerdo y continuara en su búsqueda de algún lugar que la acogería aquella noche. No pedía mucho, estaba acostumbrada a lo hostiles, fríos y poco cuidados lugares donde yacía noches pasadas en otros lugares.

Pensó muy rápidamente que estando en aquella poblada ciudad, sería muy poco factible que alguien diera con su dirección.

Ágata no podía huir de ese cruel pasado que la atormentaba, y como buena gitana guardaba como una tumba en lo más profundo de su corazón penas, problemas y pesares.

                                                                                                                            .........…..

Robert Swarosky, un hombre alto y pálido, de piel blanca que gustaba vestir con una singular  corbata roja, aquel martes se encontraba en su oficina trabajando en uno de los muchos casos que llegaban a su despacho cada mañana. –Casos muy insignificantes, y que sus subordinados no podían resolver, decía él.

Mientras llenaba un formulario con la tinta azul de su pluma, llego una llamada. Era su jefe avisando de un nuevo caso de asesinato, el cual había sido un hecho atroz y que se había conmocionado a Catar. Con voz fuerte le dijo - ¿Cuento contigo?, - Si-  respondió.

Un joven había sido encontrado muerto en la habitación de un hotel de mala muerte en aquella ciudad. Muchos periódicos locales anunciaban la noticia, un hecho extraño pues aquel lugar era tranquilo y sereno. Robert Swarosky acepto sin titubear, investigar sobre casos inusuales despertaban su completo interés y fascinación.

Estaba dispuesto a meter su cabeza en el caso. Sin más, cogió un vaso de café, su maletín, llamó a su secretaria para que hiciera la respectiva reserva de boletos y rápidamente salió de su oficina con destino al lugar del asesinato.

Sentado en el avión pensaba lo duro que es empezar una nueva investigación en una ciudad ajena a él, los datos por recopilar, las pocas y a veces nulas pistas que dejan dificultan el trabajo. Pero tenía en mente también lo divertido que era para quien tiene la vocación de ser investigador.

A su llegada bajo del avión y pudo percatar por sí mismo la conmoción que se veía en la ciudad tras el asesinato.

Al llegar al hotel donde Malak Sujuck un hombre de ojos azules, fornido y de cejas pobladas según el informe que Robert había recibido horas antes de llegar, un tumulto de gente que sorprendida ante la presencia de cintas con la frase “peligro” y las luces de los patrulleros intentaba deducir lo que pasaba.

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